jueves, 15 de octubre de 2009

Un ruido, un rebuzno, un sol, un basurero

Cuesta del basurero, 13 de octubre de 2009
Poeta amigo:

Da gusto saludarlo, desde esta flacura de día, que se me fuga por todas partes en una ciudad demasiado cercada por militares, en esta ciudad de cuestecitas aquí, de cuestecitas y gradas como si ya de por sí estuviera dispuesta para una guerra de muchos laberintos, tranquijones, engaños y trampas. No cabe duda, es cuesta arriba este vía crucis de paz que la resistencia ha tomado con responsabilidad, en medio de los escollos trazados por un ejército y una policía que se ríen de la paz y sólo creen en la guerra; en la chamusquina de sus armas. Hay que verlo: basta con saber que cada vez cercan perímetros mayores de control y siembran el terror, en las cercanías donde está cautivo el Presidente y quienes lo acompañan en la gesta heroica de presencia permanente de resistencia.
Le decía del día flaco, en el sentido de carencia que tiene para mí; es difícil pastar aquí, donde hay más basura y gente viviendo en la marginalidad, que dicha de saberse con vida. Tanto que es casi accidental toparse uno con una hierbita digna de ser comida para medio pasar el hambre; pero en estas andamos y nos toca hacernos a las circunstancias. Ando aquí en estos barrios para ver si salvo mi pellejo. Ya que me han llegado rebuznos, que no son de dudar. Y lo pongo en alerta, así como a todos los de la resistencia. Que han construido listas de dirigentes comunales y de barrio y van a iniciar la operación “tarántula”, que es secuestrar a dirigentes y sacarlos en helicóptero a un lugar desconocido, quizá hacia la muerte, antes de las elecciones. Eso es tan cierto, como que me llamo Palmerolo. Y el que tenga oídos que oiga y el que pueda rebuznar que rebuzne, para que la comunidad internacional esté pendiente de estos eventos del ejército relacionados directamente con las elecciones. Por eso es que ando aquí, disfrazado con aspecto de burro viejo. Esta operación la han venido aplazando; pero hoy, ante un posible llamado a la desobediencia en las elecciones, se ha dispuesto iniciarla.
Y no es que la situación sea para aceptarla, pero bueno, es parte de la contradicción que existe en un mundo que surge de un estrabismo de negación, de ver la vida como una guerra, en lugar de verla como una oportunidad de ser feliz entre la luz del día y la plenitud de la noche, que es la combinación más favorable que nos ofrece la naturaleza; viendo que somos tan breves y limitados.
Yo veo ir y venir a la gente en una prisa y confusión tal como de ganado que va hacia el matadero; y metido en la resistencia, por momentos hasta me gustaría ser humano, ponerme erecto y a lo mejor visualizar mejor el horizonte que desde mi posición de borrico, cuyas limitaciones son obvias. Ero algunas veces, los limitados, contamos con más sentido de la realidad que irónicamente los bien dotados.
No tengo solución de nada, no soy elegible, no elijo; además si yo fundara un partido, me iría bajo los puentes, a los mercados, a las callejuelas de los barrios e iniciaría a rebuznar, hasta hacer meditar a la gente y pedirle, que en medio de esta situación, que no pierda la sonrisa, que levanten la cara, que dejen que la acaricie el viento; que se levanten más temprano a descubrir con el gesto generoso que el sol se levanta. Que por las tardes, levanten la testa y contemplen los bellos cortinajes que el sol se inventa de la nada… podría no importarme la guerra sucia, pero me importa, por las víctimas, entre las cuales, yo podría ser una de ellas. Y mañana, quizá, sólo parte de una cifra recitada por sociólogos; conforme a mis entendederas de burro.
Honduras es grata, en los pequeños detalles de andar descubriendo yerbitas para comer, aún entre estos basurales, aplastados por las botas militares y envenenada por sus gases, todavía la descubro bella, porque estoy vivo y lucho por sobrevivir. Entonces siento que Honduras es mi punto de vista, mi sentido de vida; lástima que por esta guerra que se nos ha declarado, yo me vea siendo sólo el bulto de ensayo de los toletazos y de los disparos. Y el jumento poseído por un hambre que no encuentra puesto donde resolgarse.
Y digo, si todos entendieran mis rebuznos yo le rebuznaría nuevos nombres a todo y haría un aseo general, como el que intentó hacer la naturaleza cuando nos regaló un huracán en el que salió al desnudo todo, y que fue el inicio de lo que vivimos hoy; porque si bien la naturaleza ha cambiado, la conducta de los humanos no.
Y yo para hacer una nueva ciudad, me gustaría llenarla de burros, no en tropel, no para nada, ni en bandas para dar patadas o coces, ni mucho menos para venir a llenar de boñigas sus callejuelas.
Llenarla para venir a dar un gran concierto y llenarla de cantos ¡Bueno, es el único concierto que podemos dar los burros, no somos jilgueros! Y luego pondríamos los lomos a la disposición y llevaríamos a todos los habitantes de esta ciudad a pasear por ella, por toda ella, a intercambiar de barrios, a conocerse, a convivir, a verse. ¡Sí, sí, eso poeta, ya me agarró la idea! Sería como idear la forma de vernos, no nos vemos entre nosotros, no nos vemos realmente, como no vemos ni la caídas, ni las salidas de sol! Es esta la ciudad de los desconocidos. Y que como la ocupan entre ellos, se creen lo suficientemente conocidos para desconfiar entre unos y otros.
En la resistencia decimos que los soldados son del pueblo, si los números, si los de los toletes y de la bombas. Y no, estamos equivocados, porque ellos no se dan cuenta. Eso es un asunto de conocimiento. De conciencia, de sentido de pertenencia y humanidad.
Decir eso, es tanto, como decir que somos hondureños, hondureñas, sólo porque hemos nacido aquí o porque aquí vivimos. Tampoco es cierto.
Esa es la diferencia, entre una ciudad sucia, llena de hambre y una ciudad que podría ser prolífica de vida y de esperanzas. Por eso, en respuesta a la operación tarántula, yo propongo una operación de paz, de lo que tenemos más a mano y que no nos pertenece y que debemos devolverlo a sus dueños: la basura industrial, la porquería contaminante.
Hoy estamos golpeados y nos toca bajar la cabeza; pero no es extraño, los pobres estamos acostumbrados a que ganen los ricos. Hoy podríamos bajarla, no por sumisión, sino para ver bien y reconocer el suelo donde vivimos. Y no hay que levantarla, para qué, si no tenemos ideada antes una respuesta que nos haga mantener altiva de manera permanente. Bajemos la cabeza y miremos los basurales y mierderos en que nos acostumbrado a que vivamos. A que reproduzcamos. Por la basura descubriremos, la calamidad de seres que somos. En la basura se refleja la calidad de lo que somos; mire usted entre la basura que producimos las plantas y los animales y las que producen los humanos ¡Sí, los que pueden levantar la cabeza y ver el horizonte, el naciente y el poniente, producen basura que es infernaria!
Poeta, no me estoy quejando ¿Me pegunto a dónde vamos a dónde nos lleva la situación de ser una basura más en este basural de miseria, de pobreza extrema, sólo eso! ¡Sí, usted ha oído bien!
Hay discursos que dicen, que el centro de todo debe ser el ser humano. Yo creo que se refieren precisamente a eso, por toda la basura que veo. En los caudales de sucio, en los valores miserables, en la indiferencia criminal. La de este tiempo que marca Honduras, donde si al Presidente y a la Primera Dama los están aniquilando en una humillación infernal, imagínese que de por vida hacen eso, con los que vivimos en el área más marginal de la ciudad.
¿De qué estamos cercados, de basura, de ricos, de políticos profesionales o de generales? ¿O acaso es lo mismo? El asunto es que yo en esta ciudad estoy cercado de hambre. Y de sitio de no poder pasar, ni aquí, ni allá.
No tengo paso hacia la comida por causa de los basurales, ni al agua, ni puedo r a ver mis amigos, darles un saludo, porque me lo impiden los contingentes militares. Y digo, igual estamos todos, se nos va el día aplastados por ser sólo marginales.
Han puesto a un Presidente al margen, en un margen militarizado, sin paso. Hay un nuevo barrio marginal, en el centro de la ciudad. Se llama Palmira, como una ciudad de la antigüedad, que de allí venimos los burros, no de Andalucía, como decía un mendaz golpista.
Y el margen que antes era margen, pienso yo, podría ser entonces menos marginal, si viniéramos un patacho de burros y sirviéramos para que los barrios iniciaran a hacer turismo, de un barrio a otro. Que la gente salga de las casa y se visite, platique, se hable, se conozca y diga quién es, qué le gusta, cómo le va y cómo quiere que le vaya. Es sería como hacer un guancasco que hacán los indios antes, que era una fiesta de paz, una minga, un día de comida, de diálogo, de entendimiento.
Y será porque tengo hambre, pero sería bueno aprovechar para hacer una gran olla común de comida, comiendo todos, dialogando, hasta que nos agarre la tarde y levantar la mirada y ver jovial al sol, pese a todo lo que hacen los humanos, libre, feliz, sin arrebatarle nada a nadie, extender sus cortinajes y bajar a reposar, como diciendo, por hoy ya basta, ya di a todos, ya me di, he sido luz, calor y vida, debo descansar, para darme a todos mañana.
Podría ser a lo mejor, que esta ciudad mejorara y a su imitación, todas las ciudades, las aldeas, los pueblecitos, que si en algo se parecen a lo grande, es en lo que es más fácil, por hoy, en los basurales, en las cabezas gachas, en las risas tontas cando reciben los garrotazos.
¡Y por qué le digo todo esto, poeta? Porque al grado que hemos llegado de esta represión, de este cerco de mentiras y de hambre. No podemos dejar de ver, aunque nos agachen, no debemos dejar de hacerlo. Hay sol, hay luz, aunque a nosotros nos reduzcan a puros basurales, carencias y marginalidades. Hay sol, poeta, aunque no lo podamos ver directo, si no algunas veces sólo reflejado en la bolsas de plásticos que ruedan, en las tonalidades del polvo, en la miseria de las hierbas que para saciar el hambre encontramos. Hay sol, poeta, y poder verlo, es algo más que interesante. Significa que estamos vivos, que tenemos posibilidades, que pese al dinero y sus planes macabros, el mal no ha triunfado del todo, que todavía no le ha sido posible exterminarnos.
Cumplo con decirle esto, poeta, a usted que es humano, a sus congéneres, a los que hacen las basuras venenosas y producen las basuras mentales que provocan los peores males. ¡Hay que barrer la ciudad, las mentalidades! Y así iniciar la respuesta de paz que le he mencionado.
Sí, sería bueno, resistir así, visitas entre barrios, comidas en común y traerle de regreso la basura a sus dueños; un asunto de honradez, no quedarnos con lo que no nos pertenece ¿Me la cacha? dar a cada quien, lo que le pertenece, lo que produce. Sería un Guancasco, una fiesta de paz. Y para empezar, como ya dio inicio la campaña, recibir a los políticos en los barrios y aldeas, no con huevos, sino con bojotes de basura y entregárselos, en un signo de dignidad contra vergüenza.
Y hacer campañas de limpieza, recoger la insalubridad de los barrios, la basura y traerla de regreso a sus orígenes, a los centros comerciales, a los barrios poderosos, a las puertas de los almacenes. Hacer eso en operaciones relámpago de no violencia activa de la dignidad por la salud de nuestra patria.
Y además, el pueblo, proteger a nuestros dirigentes de base, cuidar, que la operación es secuestrarlos.
Lo dejo con estas inquietudes, poeta, mientras me voy a contemplar el sol, quizá se me iluminan las ideas y reúna luces para hacerle otra carta.
Un ruido, un rebuzno, un sol y un basureo para usted y lo invito a que se una a la paz de los sumideros, saltando de ellos, porque el que no salta, es golpista.

Palmerolo
Su amigo borrico.

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